Un fragmento de este clásico de la literatura erótica.
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...tenderse junto a una pareja de amantes y escuchar los ruidos que hacen: es suficiente para volverse loco de deleite. Cuando mi marido vivía, yo solía pedirle que sedujera a una criada y que lo hiciera lo más rápida y ruidosamente posible, para que la muchacha no pudiera contenerse y comenzara a gritar. Eso me transportaba y tosía, momento en que él volaba a mi cama y empujaba con todas sus fuerzas. Le hacía pasar por alto la estrategia habitual y lo arrojaba a un ataque continuo. Yo no sólo experimentaba una sensación placentera en mi interior, sino que ésta llegaba al fondo de mi corazón y me corría después de setecientas u ochocientas arremetidas. Como método, es todavía mejor que las imágenes y novelas eróticas.
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La alfombrilla de los goces y los rezos, Li Yu
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